Después de leer el tercer y cuarto capítulo del libro “Alguien en la ventana” de la escritora Mónica Brozon, en una de mis visitas a los estudiantes de cuarto grado del colegio Alberto Assa, decidieron crear sus propios cuentos de terror. Para trabajar en esta actividad se distribuyeron en grupos de tres y comenzaron a crear un cuento con las ideas que a cada miembro del grupo se le ocurría.
Parte por parte fueron creando sus cuentos como si se tratase del cuerpo de Frankestein y uno de esos cuentos fue el escrito por Lizeth, Giselle y Skarle quienes lo titularon “Mandú”.
Había una vez una niña llamada María que vivía en una gran casa que tenía 12 habitaciones pero ella y su mamá solo usaban dos. En la primera vivía su madre y en la segunda ella, aunque cada noche se escuchaban ruidos que provenían de la tercera habitación. Esta siempre permanecía cerrada y María tenía prohibido entrar.
Un día María decidió explorar la tercera habitación y se dio cuenta de que solo había una casa de cartón muy pequeña y una gran cama blanda. Allí ella se quedó dormida de inmediato hasta que escucho la voz de su madre llamándola para cenar.
María tenía miedo de que su madre descubriera que ella estaba en la habitación así que se le ocurrió esconderse debajo de la gran cama, y estando allí sintió mucho miedo porque veía como una sombra recorría la habitación.
Al cabo de un rato de estar escondida María se calmó porque pensó que era su madre la que estaba en la habitación con ella. Pero su calma desapareció cuando las luces de la habitación comenzaron a parpadear. Salió de la habitación gritando muy asustada y descubrió que su mamá estaba dormida frente al televisor en la sala. Además, al despertarla le dijo que ella en ningún momento la había llamado, ya que estaba dormida desde hace más de dos horas.
Esa noche mientras María dormía sintió que alguien la llamaba, pero esta vez no era la voz de su madre sino la de un hombre. Ella, muy asustada se puso a gritar hasta que se dio cuenta de que no estaba en su habitación sino en la que siempre permanecía cerrada.
La madre de María no podía escucharla gritar y ni siquiera sospechaba que ella estaba encerrada en la tercera habitación, ya que nunca habían podido abrirla desde que se mudaron allí.
A la mañana siguiente cuando María despertó estaba aún en la habitación cerrada. Pero esta vez no estaba sola, había alguien que la miraba desde el otro extremo de la habitación. Era un duende muy pequeño y de cabellos rojizos quien le dijo que no debía tener miedo, que su nombre era Mandú. Mandú dijo que era el guardián de la casa de las doce puertas y que él solo quería ser su amigo, pero que ella con sus gritos lo había asustado y por eso no pudo ayudarla la primera vez que la vio. Esta vez le dio la llave de todas las habitaciones para que entrara y saliera cuando lo deseara con la única condición de ser amigos para siempre y cuidar juntos los tesoros escondidos en las habitaciones.
Por Juan Torregroza, promotor de lectura de la Fundación Círculo Abierto
Otras lecturas de Atravesar el Mundo :

Canciones por los niños
Read More

Clausura del proyecto Atravesar el mundo
Read More

Una mirada a la guerra
Read More

A veces se me antoja…
Read More

Ejercicio surrealista
Read More

Quebrantamiento de las leyes naturales
Read More

Taller para accionar: cuento fantástico.
Read More

El uso de la boca y lo que sale de ella
Read More

Poesía sin sentido: el colegio azul y sus criaturas fantásticas
Read More

Poesía y gatos
Read More

La primera persona
Read More

¡De vacaciones!
Read More

El narrador anónimo
Read More

Soy un niño
Read More

Quien creyera
Read More