Texto por Mónica Casseres, promotora de lectura de la Fundación Círculo Abierto.

Editado por: Jairo Echeverri García

«La mujer helada» es un libro valiente y sin tapujos que ahonda en temas fundamentales relacionados con los diferentes estratos sociales y el feminismo. Narrado en primera persona, el relato incluye la historia real de innumerables mujeres que se identifican con la descripción explícita realizada por la autora. Es un relato existencial que logra ser claro y simple a la vez.

El título de la obra, «La mujer helada», refleja la condición de aquella mujer que ha perdido su identidad, personalidad, intereses y ambiciones. Solo queda una superficie aparentemente perfecta: una mujer perfecta como esposa, madre y ama de casa. Es triste reconocer que todavía hoy, en pleno siglo XXI, nos enfrentamos a desigualdades y machismo tanto en nuestros propios hogares como en los ajenos. Si la sociedad no estuviera tan acostumbrada a estos detalles, podríamos ver cuán injustos son.

A pesar de que este libro fue escrito en 1981 y se ha editado hace pocos años, aún podemos percibir las huellas de un machismo latente en él, lo cual indica que la sociedad no ha avanzado lo suficiente en este aspecto. Queda mucho camino por recorrer y seguir luchando. El paisaje que nos presenta Ernaux es desolador tanto para las mujeres como para los hombres (aunque en menor medida), ya que nos sitúa demasiado cerca de la tiranía disimulada que, aunque se ejerza en pequeñas pero constantes dosis, es real y existe.

Sin duda, a pesar de los más de treinta años transcurridos, ha habido casos en los que se ha logrado un acercamiento a la igualdad, pero hablo de casos aislados. No es lo habitual, no es lo común, no es lo deseado y aún no es una victoria real. Aun así, la lectura de esta novela nos lleva a una profunda reflexión sobre la familia y su función social, mostrándonos de manera concreta la desigualdad disfrazada de elección personal y el sesgo de género en el trabajo doméstico.

La vida se desenvuelve en una sucesión de horas de vigilancia, cuidado y renuncia a sí misma. A pesar de tener una profesión, la protagonista no puede escapar de la rutina (como sí puede hacerlo su esposo) ni tampoco se le permite quejarse. La literatura de este libro es intensa, con una línea de pensamiento fluida que sin duda visibiliza la situación de muchos matrimonios que, en apariencia, se presentan como ejemplares desde el punto de vista social, pero internamente albergan sentimientos de profunda infelicidad, insatisfacción y destrucción de sueños.

Es un viaje por la vida, un tránsito implacable, intenso y difícil para muchas mujeres, tanto en el pasado de Francia como en el presente de Chile y otros lugares del planeta. Personalmente, me sentí identificada con el texto de la autora cuando describe la relación con su esposo: «Se concentra en sí mismo mientras yo me diluyo, me aletargo». Esta dilución y anulación de la propia identidad se hacen evidentes a lo largo del libro, revelando la pérdida de la vida soñada, de la libertad y de los sueños de convertirse en la mujer que se suponía que debía ser, transformándose finalmente en «La mujer helada». A pesar de la sensación de alegría y vitalidad que la protagonista experimentaba en su infancia, vemos cómo estas se diluyen durante la lectura, dejando en claro que no fue una mujer feliz.