Texto por Juan Torregroza, promotor de lectura de la Fundación Círculo Abierto

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española nos define el síndrome de Estocolmo, como la actitud de la persona secuestrada por comprender las razones de su captores. El término fue utilizado por primera vez en el año de 1973 cuando una joven de 23 años llamada Kristin Enmark fue retenida por dos atracadores en un banco, y se vio obligada a obedecer cada una de sus órdenes si quería salir sana y salva. 

Sin embargo, no era odio lo que sentía hacia ellos. Todo lo contrario: la joven llegó a confraternizar con sus captores hasta el punto de defenderlos ante la policía. Su caso dio lugar al descubrimiento de este síndrome, una reacción que rompió con todos los principios psicológicos de la época.

¿Podríamos usar este término para referirnos a una gallina que se enamoró de su secuestrador? Mi pregunta podría resultar un poco descabellada para cualquier adulto, pero no para los chicos de transición que visitamos en Entre Libros; quienes después de leer “Ladrón de gallinas” de Beatriz Rodríguez, pudieron darse cuenta de cómo la gallina secuestrada terminó enamorada del zorro e incluso algunos mencionaron que todo estaba planeado desde el principio y que ella y el zorro se amaban desde antes del rapto. 

Este hermoso cuento nos presenta a través de sus imágenes la historia de cómo un oso, un gallo y un conejo persiguen por varios días a un zorro que ha secuestrado a su amiga, la gallina. Nuestros héroes recorren miles de kilómetros y todo tipo de terreno, enfrentándose a muchos peligros para rescatar a su amiga. 

Lo más curioso del relato ocurre al final cuando por fin los tres amigos llegan al escondite del zorro para darle su merecido y salvar a la gallina. Ella en un acto de amor se interpone entre sus amigos y el zorro para salvar la vida de su secuestrador, quien se ha convertido en el amor de su vida.

Esta historia logró conmover a los estudiantes de transición, quienes se sorprendieron con el inesperado final, hasta el punto de sonrojarse cuando la gallina le dio un beso al zorro. Este cuento fue un detonante para que los niños compartieran sus apreciaciones sobre este romance inesperado y mencionar que esta fue una historia muy descabellada.