Texto por Yeimy González, promotora de lectura de la Fundación Círculo Abierto.

“Relee un libro y verás que, hasta lo mismo es diferente” – Enrique Frías.

• Como lectores, nos enfrentamos a diversas dicotomías al elegir qué leer. Por un lado, nos damos cuenta de la vasta existencia literaria que nos rodea, pero sabemos que no tendremos suficiente tiempo en nuestra vida para abarcarla toda. Por otro lado, nos encontramos con limitaciones de tiempo, espacio y acceso.

  La lista de libros pendientes, referencias, autores y títulos atractivos o necesarios crece cada día. Desearíamos tener más tiempo, más ojos y más espacio en nuestro cerebro para leerlos todos. Sin embargo, no siempre recurrimos a títulos nuevos cuando nos sumergimos en una sesión de lectura.

  A veces, sentimos esa extraña necesidad de volver a un texto conocido. Al igual que en otras áreas de nuestra vida, cuando algo nos gusta, queremos repetirlo. Lo hacemos con una comida, un lugar o una película. ¿Por qué no hacerlo también con la buena literatura?

  La relectura forma parte de la experiencia de leer. A veces, lo hacemos para una mejor comprensión y otras por cuestión de gustos. Aunque generalmente relemos textos informativos o cortos, también hay quienes se aventuran a releer obras extensas. Siempre habrá una lectura que se convierta en nuestra «vieja confiable», en el refugio al que sabemos que podemos regresar.

  Algunas personas leen «Cumbres borrascosas» cada diciembre, mientras que otros tienen un libro al que vuelven porque consideran que es una lectura obligatoria y que todos deberían conocer. Como creadores de espacios de lectura, por ejemplo, al armar nuestra selección de libros para compartir con nuevos grupos de niños, a menudo elegimos rápidamente cuentos que hemos utilizado anteriormente en esos entornos.

  Lo hacemos porque ya los conocemos y sabemos qué efecto pueden tener en el imaginario de un niño. También porque nos gustan y creemos que entendemos cómo abordarlos. Aunque para los niños seguramente será algo nuevo, para nosotros es un lugar seguro.

  Lo cierto es que cada vez que volvemos a un texto, lo hacemos con una perspectiva distinta. Leer «Romeo y Julieta» no es lo mismo a los quince años que a los cuarenta. Las experiencias, la vida y la visión que tenemos cambian, por lo que esa lectura familiar se transforma en una experiencia completamente nueva. Releer es una premisa para algunos lectores.

  Nelson Rodríguez, escritor y periodista brasileño, consideraba que deberíamos «leer poco y releer mucho». Con solo 3 o 4 libros podemos ganar o perder, y podemos volver a ellos para comprenderlos de nuevo. Sin embargo, la perspectiva de cada lector es diferente. No podemos negar que no todos los libros que hemos leído merecen ser releídos.

  Tal vez, algunos de los libros que abordamos hace mucho tiempo podrían ser revisitados para enfrentar lo que nos pueden causar ahora. La relectura no es una imposición para todos los lectores, pero sí una actividad interesante que podríamos realizar en algún momento de nuestras vidas. Traer de vuelta el primer libro que leímos con nuestra visión actual y ver si seguimos pensando de la misma manera frente a él y frente a la vida. Releer es volver a ser lo que fuimos antes de ser lo que somos ahora.