Texto por: María Dennys Cepeda, promotora de lectura de la Fundación Círculo Abierto

Un mundo con seres de cristal. Este pensamiento que vino a mi mente, al terminar de leer el hermoso cuento “Gisela de cristal” escrito e ilustrado por Beatrice Alemagna. Además, quiero hacer el escrito con relación a la valentía que se necesita para reconocer, aceptar y sentirnos orgullosos  de ser como somos. Y Gisela, la protagonista de la historia nos ayuda a descubrir nuestro verdadero valor como humanos.

Ella era una niña de cristal, frágil y transparente. De tal modo que no podía esconder sus emociones, pensamientos y sentimientos, pues todo en Gisela era visible. Por eso, todos en la ciudad querían conocerla y tocarla. Y así pasa cuando somos niños, somos frágiles pero auténticos, espontáneos; actuamos tal y como somos. Todos nos quieren conocer, abrazarnos y somos un encanto. Pero al crecer, si no tenemos la fuerza y el coraje de vivir con principios y determinación, nuestra vida se vuelve oscura, triste o sombría.

Vivir no es tan sencillo. Cuando Gisela comenzó a crecer se dio cuenta de ello. Pues su especial particularidad de ser de cristal, no le permitía ocultar lo que pensaba y sentía. Por ello, la gente que estaba a su alrededor empezó a sentirse incómoda y enojada al conocer sus pensamientos y sentimientos. Al punto que Gisela empezó a sentirse extraña, incomprendida, rechazada. No aguantó más y se marchó de aquella ciudad. Así, a causa  de la ignorancia de algunas personas, muchos se sienten como Gisela. Huyen, niegan, o peor aún, callan y sufren en silencio. Por miedo a ser rechazados y juzgados, actúan como los demás dicen que deben actuar.